No está claro aún si la combinación de pantalla plana de 50 pulgadas con ordenador con acceso a banda ancha (o DVD) y una nevera con cerveza-bien-fría a menos de de 10 metros de distancia acabará definitivamente con las salas de cine o no.
La rutina, o ceremonia, de acudir a una sala de cine subsiste aún en muchas zona urbanas del mundo (digamos) desarrollado. Consiste básicamente en salir de casa (o no entrar) y desplazarse para entrar en un recinto relativamente grande, cerrado y a oscuras a mirar una proyección en una pantalla en compañía de más personas sentadas de forma ordenada en filas.
El cine en sala es radicalmente de otros espectáculos o eventos. La gran diferencia es que el único en que se contempla algo ausente de vida. El teatro, la danza, la música, el deporte, el circo, las conferencias, ...la oración, que tienen lugar en recintos similares, presentan el atractivo de la vida que se hace presente y protagonista.
El cine no ha cambiado demasiado en un siglo. Se mantiene fiel a algunos principios que parecen inamovibles, como los noventa minutos de duración estándar, el tipo de historias que se cuentan o sus limitados géneros. Esto se agrava con las continuas relecturas de clásicos o menos clásicos con mejor o peor suerte.
Otro obstáculo para el cine en las salas pueden ser los excelentes trailers con que nos obsequia esta industria. Antes los trailers se veían en las salas, pero ahora youtube nos los acerca y el efecto promoción puede quedar neutralizado por un hartazgo temprano o un exceso de información sobre lo que debe ser una sorpresa a descubrir en la oscuridad de la sala y al olor del ambientador de interiores.
Un ejemplo es este magnífico trailer de una probablemente mala película titulada Jennifer's body. El video de menos de dos minutos cuenta con una hermosa Megan Fox y además cuenta todo lo necesario para que la historia quede despanzurrada.
Por suerte hay otros ejemplos más ejemplarizantes. Como este trailer de una película japonesa titulada The air doll. Menos de dos minutos también y la historia, el simple cuento del muñeco que cobra vida, queda simplemente bosquejada de forma suficientemente poética para que apetezca verse entera en una pantalla de 40 pulgadas… o de 12 metros. El tamaño no importa. O sí.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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